Tiempo por Antonio Beamunt

Ángela caminaba ligera y aún le quedaban cuatro calles hasta llegar a casa de los Balerdi. Siempre puntual, paró unos minutos en el puesto de L´Ecaillerie para recoger las ostras Guillardeu, que eran tan del gusto del señor. Tras ponerlas en su cesto, cruzó la calle y entró en la casa. La puerta del servicio daba de frente a la gran cocina, a su privilegiado dominio donde disfrutaba de sus mejores horas.

Lo tenía todo: Un lugar de trabajo donde se la quería y valoraba, tiempo para poder refinar sus platos de siempre y una gran ciudad donde descubrir todos aquellos productos e influencias que llegaban de diferentes rincones de “la France”. Ella misma se había suavizado compartiendo con estas gentes. A lo restringido y austero de su cuna se habían sumado lo emocional y nada conflictivo en el trato, lo cual había aliñado con dulzura su personalidad.

Se sentía una sirvienta privilegiada, una cocinera de familia pudiente, que trabajaba duro y disfrutaba de ello a partes iguales. En ocasiones, las visitas del señor se empeñaban en conocerla y alababan la contundencia y embocadura de sus platos. Todo era perfecto. Bueno, todo no. Ángela soñaba con abrir su propia casa de comidas en la que preparar “consomés de carne con yema”, “callos”, “asadurillas de cordero”, “alcachofas navarras con foie” y sus increíbles “Txipirones rellenos en su tinta”.

Y paso el tiempo. Y al año siguiente, en aquella primavera de 1926, Ángela hizo las maletas y junto a su marido Francisco, viajó hasta la localidad de Miranda de Ebro para abrir las puertas de “La Vascongada”. Durante años trabajó igual de duro y con la misma ilusión de siempre; afrontó la guerra y los tiempos del racionamiento con determinación, hasta conseguir, tiempo después, que su casa de comidas, rebautizada como “La Vasca” se transformara en un referente de la cocina de su entorno.

Hoy, 95 años y dos generaciones después, me deleito disfrutando de estos txipirones rellenos, como si la propia Ángela, «La vasca» los hubiera cocinado para mi. De ser así, me pondría de pie, le daría dos besos y mi más sincero agradecimiento por su firmeza y determinación.

Por ser el mejor ejemplo de que el tiempo no borra; Ubica.

 

Está escrito por Antonio Beamunt, se define en su cuenta de instagram @tonybeaumont_a como:

Bilbaíno, Madrileño y Tico. En ese orden.

De Relatos a fuego lento y Maridaje por sentimientos se componen las historias que cuenta, y entre ellas está la historia de nuestra abuela y fundadora.  

Invitamos a seguir su blog y visitar su restaurante en Madrid  www.ladescarada.es  , porque si cocina, igual de bien que como escribe, éxito seguro.

Gracias Antonio por tu visita y tu relato.